Los días 21 de mayo y 4 y 18 de junio tuvieron lugar los encuentros del seminario bianual –Aún– destinadas a la clase VIII El saber y la verdad. En primer lugar, el 21 de mayo, contamos con la participación de Gabriel Racki, quien tomó a cargo el desarrollo del primer punto de la clase en cuestión, ampliando así mismo su exposición a algunos de los aspectos que pueden encontrarse a lo largo de toda la clase.
Los dos encuentros subsiguientes, estuvieron a cargo de Silvia Puigpinos con la colaboración de José María Borlle, en lo cuales se trabajaron los puntos 2 y 3.
Primer encuentro
Respecto al desarrollo propuesto por Gabriel Racki, resaltamos el acento puesto en el viraje del Otro simbólico hacia el Otro del goce que se empieza a vislumbrar en esta clase. Así, el saber respecto al goce no entra en la palabra y esto pudo localizarse en el esquema propuesto por Lacan en esta clase, en el que ubica el goce (indicado con la letra j por su nominación en francés) como opaco. Alude aquí, a la expansión del goce fálico que da lugar a lo vivo del goce. No todo queda absorbido, entonces, por el goce fálico, lo que lo torna opaco.
Para dar cuenta de este viraje, Racki propone apelar a la transferencia, la cual indica que lo que se transfiere al Otro es algo del objeto propio (mirada, voz, etc), es decir está en juego lo pulsional en el amor de transferencia. El Otro del amor transporta el objeto, al cual ama y mutila. Esta cuestión llevó a la argumentación del neologismo de Lacan odioamoramiento.
Esto conduce a pensar la posición del analista respecto a la interpretación. Como no hay saber sobre ese goce hay que articularlo a la estructura del síntoma, lo que conduce a orientar la clínica hacia la interpelación del goce en el síntoma, desde el a, ocupando ese lugar de resto.
Se trata de pensar un uso del saber y acudir a la letra como soporte de un goce que no entra en el registro simbólico. Esto abre la puerta al nudo, como herramienta para la clínica.
Segundo encuentro
En esta ocasión se abordó el planteo que continúa haciendo Lacan en torno a lo Real del cuerpo y al goce inherente a él, puesto en relación a lo que se inscribe o no del inconsciente.
De este modo se trabajó la cuestión de la verdad congruente distinguiéndola de la verdad toda, la verdad del decir a medias, la que se pone en guardia, no para llegar a la confesión (que sería lo peor), sino la verdad en guardia desde la causa del deseo.
Se hizo referencia al análisis en tanto presume que el deseo se inscribe a partir de la contingencia corporal, pues la contingencia puede decidir el deseo.
Así se puntualizaron modalidades de encuentro con lo contingente, afirmando con Lacan que la más rara es aquella que se escribe, el falo, siendo para el psicoanálisis punto extremo del deseo situado como contingente. El cesa de no escribirse radica entonces en la contingencia, lo que va a dar lugar a que se inscriba. Y va a permanecer invariante a todos los sentidos y variaciones de la vida. Llegamos a formular que la inscripción contingente del falo, su escritura, es singular en cada sujeto.
Esta contingencia solo se puede pensar a partir de lo imposible. De este modo, si decimos no hay relación sexual se puede plantear que la solución fálica es un invento, pero su origen es contingente.
Respecto al saber se citó a Lacan cuando plantea “que la fundación de un saber es que el goce de su ejercicio es el mismo que el de su adquisición”. En cambio, el saber no sabido es un lugar que está vacío, pero luego uno puede rellenar con todas las figuras que se nos ocurra. Sin embargo, volvería a ser más sospechoso ese saber, no siendo más que creencias. Se puede rellenar con el Dios que quieran, o con leyes del materialismo histórico.
En esta clase también se recurrió a Descartes resituando la formulación del cogito, al detenernos en la escansión, la suspensión de saber, que permite la lectura de Lacan, según la cual “eso” piensa. Aquí vimos resonancias con respecto al planteo de Kierkegaard quien sostiene que el pensar es una consecuencia del existir y no a la inversa tal como se lee en el cógito carrtesiano, o al menos lo que lee la llamada ciencia moderna.
Tercer encuentro
Lacan da una nueva definición de la verdad: ahora es un lugar, no sólo una función y una operación. Un lugar, quiere decir que algo es verdad por estar ahí.
Por otro lado, Lacan da cuenta del encuentro entre el nuevo concepto de saber frente a ese real que no puede escribirse.
Se hizo referencia al planteo de saber inconsciente en Lacan en tanto se trata de un saber con valor de uso, un saber imposible de situar como mercancía es decir como valor de cambio, retomando así algunos de los planteos de la primera clase dictada por Gabriel Racki. En tal sentido, la conquista de ese saber se vuelve a producir cuando se ejerce y a ese ejercicio se lo entiende como renovación de saber.
Para Lacan desde el psicoanálisis, ese mecanismo no existe sino por el goce, es decir, por un saber que está anclado al cuerpo.
En tal sentido es que se ensayó alguna lectura en torno a la formulación de Lacan según la cual con el saber de Marx no se hace comarxia, así como con el saber de Freud no se hace fraude. Comercio y fraude son todas referencias a la existencia del valor de cambio. Eso da a la cuestión del goce, que él enfatiza como esencial en cuanto al saber. Se puede adquirir información, pero no saber.
Surgieron las preguntas, entonces: ¿de qué goce se trata?, ¿cómo funciona o qué estatuto tiene ese goce?
Luego pasa a hablar de lo que a través de Freud y Marx se escribió. No podemos decir que Marx o Freud eran conscientes de lo que hacían, pero tenemos un borde: algo a través de ellos se escribió.
Algo se empezó a escribir, usando a Freud como un envase desechable cómo a través de él se escribió, por ejemplo, una teoría sobre la sexualidad. Es una manera de decir el ser escribió, le dio letra, se hizo letra el ser a través de Freud: Freud mismo, que al costo de su ser o al precio de su ser, acontece que en ese Otro se hace letra. Esto quiere decir, que pierde algo de su ser y se hace algo en el Otro .
La idea de Lacan es que en el inconsciente también se trata de un saber ejercitado, de un saber inventado y que las grandes invenciones de la humanidad son debido a esto.
Para concluir se dejaron planteados algunas líneas de trabajo para pensar el ser, el odio y el a, a partir de San Agustín. Vimos que la escena que San Agustín plasma en Confesiones y que Lacan reproduce al final de esta clase, puede permitir el acceso a cierta articulación entre saber, la verdad del goce y el objeto a; dado que, a partir de un equívoco que permite la traducción del texto del francés al castellano nos preguntamos con Lacan: tener el a (el que el niño le supone al co-lactante en cuestión), ¿es el ser? O bien, ¿es serlo?