A lo largo de dos encuentros, durante los meses de septiembre y octubre, hemos trabajado el capítulo X del Seminario 20, Redondeles de Cuerda, junto a Elvira Dianno, Sabina Serniotti, Diego Villaverde y Mariano Pauloni.
El comienzo de la clase es contundente, Lacan desde lo que considera su función, entiendo su función como analizante, una vez mas ataca fuertemente la ontología, el ser, la sustancia y las esencias. Haciendo uso de su repetido “no hay metalenguaje” vuelve a insistir en que lo que es y lo que no es, no es mas que un hecho de dicho. De forma directa y categórica se separa del lenguaje del ser propuesto por Parménides para ubicarse dentro de lo que podríamos llamar un materialismo de palabras, una pura ficción performativa de las palabras.
En un enorme esfuerzo por encontrar una via trasmisible íntegramente, una vía de trasmisión que escape al sentido, ubica a la formalización matemática, al matema, como una meta a perseguir. Pero el problema del matema es que para poder ser presentado no queda otra alternativa que el uso de la lengua. De esta forma Simbólico y Real si bien no son lo mismo ineludiblemente quedan muy entrelazados. Sin el lenguaje no se puede construir la tan ansiada formula real, ideal metalenguaje que propone el discurso matemático. Dado que lo real necesita entonces, de lo imaginario y lo simbólico, Lacan comienza a tirar todo lo que tenia arriba de la mesa hasta el momento, como lo enunciaba divertidamente Elvia Dianno durante la clase y empieza a pensar en la teoría de nudos para dar respuesta al problema.
Lentamentamente, nos va conduciendo a la presentación de la escritura del nudo Borromeo, pero antes de llegar allí nos propone una diferenciación en relación al saber. Menciona como algo esencial, termino fuerte en la enunciación de Lacan, define como hueso de su enseñanza el Hablar sin saber y continua: “Hablo con mi cuerpo, y sin saber. Luego, siempre digo más de lo que sé”. Tomando apoyo, aunque para contrastarla, en la teoría de la forma en Platón, diferenciara el saber del ser, que requiere que el ser sea, de aquel otro saber que a Lacan le interesa y que está en entredicho (interdit). Un Saber, este último, que está entre líneas, entre las palabras que revotan de esa caja de resonancia que es el cuerpo. Sostiene que conocer esa discordancia, esa insuficiencia en el saber, podría orientar quizás, a un mejor acuerdo entre el goce y su fin. Un goce que encuentra su fin, en su ejercicio vehiculizado a través de las pulsiones parciales (oral, anal, mirada y voz), si bien siempre termina errando, siempre termina desembocando en el acto sexual, que vía el malentendido nos lleva a reproducirnos.
Finalmente, a través de pensar la escritura como lo que hace huella de lo real, Lacan nos introduce en la historia de las dimensiones ubicando a la escritura y al inconsciente en dos dimensiones.
Se producirá entonces en la segunda mitad de este capitulo un giro epistemológico trascendental en su enseñanza. Con la teoría matemática de los nudos se pasa de lo que podríamos llamar la metáfora del lenguaje, a la metáfora del nudo Borromeo. Metáfora del nudo que tiene la particularidad de que si se suelta un anillo se sueltan todos, ya que el nudo se encuentra en ex – sistencia. Ya no se trata de la cadena 1+2+3+4, ahora se podría graficar así: 1+1+1+1 con la particularidad que la unidad mínima para Lacan, el uno, es el uno de la teoría de conjunto, un uno que se define por tener un vacío central, totalmente anti ontológico, que está hecho del puro hecho de decir hay uno y que podríamos nombrar entonces como -1. Para terminar, quizás sea pertinente detenernos en
qué tipo de existencia tiene el nudo, que, sin una consistencia sustancial, finalmente realiza su función de anudamiento.
Reseña: Mariano Pauloni